jueves, 16 de octubre de 2014

Si sos de los que salen a comer afuera, te recomiendo leer lo siguiente.
¿Alguna vez te has preguntado por qué se demora más de lo normal el cafecito que pedís en un restaurant? Yo te voy a contar porque.
Llegás a comer, te sentás, si es que antes no hacés una recorrida exploratoria por el lugar, siempre y cuando el entorno te motive a dar unos pasos antes del almuerzo o cena, dependiendo de la hora. Una vez que el bagre pica, llega la entrada, algo livianito para empezar, si está bueno el plato, le sacás un par de fotos y las compartís en el Face, si el plato es caliente, después de las fotos, el tiempo de espera para que se cargue en la página y ver si alguno le dio un like, ya está medio frio, le pedís al mozo que te lo caliente, esperás, el plato llega a la temperatura indicada y comés, aunque no sos el único que está en el lugar, exigís como si así fuera.
Una espera variable nuevamente, no es lo mismo si pedís una pasta (que puede demorar unos 7 minutos) a que si pedís un ojo de bife “bien, bien cocido”, que además de generarle un pequeño infarto al chef por la burrada de pedir una carne en ese punto, demora, en promedio, unos 30 minutos, pero vos querés todo ya, para algo estás pagando, ¿o no?
Si el lugar tiene medio sentido del buen servicio, tu camarero designado te cambia los cubiertos de entrada y te marca la mesa con los indicados para el principal que has pedido. Al mozo, que ha calculado tiempo, distancia, que ha recordado que plato come cada uno, lo apuran de la cocina porque tu principal está emplatado y listo para salir. Entonces tu carne “bien, bien cocida” o “jugosa pero con sangre marrón” (como si eso fuera posible) llega a tu mesa. Ya tenés el pan, la alcuza si es necesaria y como el plato está precioso, también le sacás un par de instantáneas, por supuesto querés inmortalizar el momento como si fuera el nacimiento de tu primogénito, y quién sino para tomar la foto, sino el mozo. Claro que no te puede decir que no, a pesar de que tiene 8 mesas más para atender, que le gritan desde la cocina que ya están las entradas de la 5, los principales de la 14 y los postres de la mesa que se fue al jardín para aprovechar la primavera. Te saca la foto, le pedís que espere mientras corroborás que has salido bien, uno fotito más porque justo cerraste los ojos, otra porque el nene no estaba mirando la cámara. El mozo ya está en crisis, pero que importa, es su trabajo. El plato se enfrió de nuevo ¡Que mala esta cocina por Dios! ¡Todos los platos tibios! Otra vez vuelven los platos, el chef mira al mozo con los ojos rasgados. Mientras los calientan de nuevo, el mozo hace 2km yendo y viniendo, toma a la pasada un trago de agua medio tibia porque tiene la boca resquebrajada de lo seca que está. Pero eso no tenés porque saberlo, las nimiedades del servicio no te interesan.
-La comida estaba buenísima, realmente valió la pena la espera y el mal servicio, el mozo que no estuvo siempre a nuestra disposición es la peor parte, ¡pero que horror también el mozo que está siempre encima de la mesa!-Decís.
Te demorás unos 10 minutos eligiendo el postre, le preguntás al mozo cada uno de los platos, cómo están hechos, dónde compran las frutillas para el Napoleón, si el flan es casero, y si lo es, cuántos agujeritos tiene, si usan dulces comprados o los hacen en la cocina del lugar, si la Crème brûlée es diet y si el volcán de chocolate es realmente de chocolate. Le decís al mozo que vas a pedir un café porque no aguantás la espera de un postre, cuando en realidad has comido tanto que no te entra una pizca más de carbohidratos en la sangre, mientras él mira a la cocina con ojos de perro porque lo están fulminando, con el rictus en la cara y los dientes apretados le están diciendo que el helado de la 14 se está derritiendo y que tiene comensales que acaban de llegar y todavía no tienen el abreboca en la mesa.
Lo que no sabés es que al cafecito lo hace el mismo mozo, porque sus compañeros están tan atareados como él mismo y que la fauna de la cocina está en tal frenesí, que pedirles que sirvan un café sería como intentar prender un fósforo en una cámara de gas. Tampoco sabés que a esta altura del servicio, ya no quedan platos limpios, ni cucharas, quizá alguna que otra taza. Entonces corre buscando algo que pueda usar para llevarte tu pedido. Encuentra un plato que se está escurriendo, lo seca, lo deja en la bandeja, lleva los platos de la mesa 3 que llegó con 5 críos hambrientos que son el mejor método anticonceptivo creado por el hombre, saca dos fotos más de la mesa con vista a la montaña, calienta la mamadera que le dejan al pasar y se la lleva a la madre primeriza de la 22 que ya está sacada porque el bebé está famélico y necesita la leche. Mira a tu mesa y recuerda nuevamente el café, fajina un par de cucharas, porque las limpias ya volaron, pone a calentar tu café, lo llaman desde la sala porque la mesa 10 quiere más pan y la 3, con los niños salvajes, hicieron trizas dos botellas de gaseosa que quedaron desperdigadas por el piso que es, ahora, una trampa pegajosa, por supuesto hay que cambiar el mantel también. Vos te preguntás cómo es posible que tu café lleve 15 minutos de espera, pero no podés saber por lo que está pasando el mozo, que después de calmar a los padres de la 3, contentar a los chicos que lloran por el lío que hicieron, cambiar los cubiertos de la mesa que espera impaciente sus platos principales, se toma 30 segundos para ir al baño a hacer pis, porque aunque no lo creas tiene necesidades fisiológicas. Después de tanto hacer, mientras vos sólo te dedicabas a cuestionar la demora, llega el café a tu mesa. Quizá en el camino, bandeja en mano, sorteó a los salvajes que corrían entre las mesas, a otro compañero cargado de copas sucias y al abuelo de la 1 que le pide ayuda para levantarse de la silla, con suerte, tu café sólo tiene un pequeño derrame que mancha la taza blanca y el plato que secó hace tiempo atrás. Seguís sin entender el desmesurado tiempo que pasó entre que pediste tu infusión y cuando llegó.
Esta pésima atención se ve reflejada en la propina, que por supuesto el mozo no se merece, y te vas, pagando justo, que es lo justo. Después de todo, es su trabajo y le pagan por ello.
Juguemos a algo, la próxima vez que salgas a comer, mirá detenidamente lo que hacés y de vez en cuando dedicale unos minutos a seguir al mozo, quizá te sorprendas y veas que si tu plato se demora no es por desidia, es más bien porque el mozo también es humano.