jueves, 31 de marzo de 2011


Tatuado de estrellas negras, mi pensamiento vago, deambula errante en las sombras; deslizar delicado de ideas. 
Sublimidad y perversidad de pensar una muerte ajena pero propia. 
Idear un funeral a la luz de las estrellas y el repiqueteo simbólico de la lluvia, como lágrimas impropias, sobre un montón de libros sin páginas, de lápices sin punta. 

Morir eternamente con la última frase de un verso inconcluso.  Y soñar sonidos de puertas cerradas y ojos abiertos. 
Morir la vida de un ciempiés con largo camino por delante, vivir la muerte de esa hoja negra que se desprende y planea incontables  vueltas antes de rozar el pasto regado de olvido. 

Tatuado de estrellas negras, una voz que no quiere ser escuchada y un pensamiento rojo. 
La misma lluvia, los mismos libros sin comienzo, sin final, el mismísimo sueño que no quiero soñar y del cual no se despertar. 
El agua que surge del piso, la grieta inocua de la vida y su retumbar zigzagueante. 
La partida, impensada y anhelada al mismo tiempo. 

El ruido no ayuda. 
El desorden caótico perfecto y ese pasado imperfecto que se conjuga doliendo el presente. 

No más llanto, no más frío, simplemente una hoguera de verbos y esos libros blancos.

lunes, 14 de marzo de 2011

Queda


¿Qué hacer cuando el presente se tiñe del sucio pasado? 
                       
Cuándo las agujas del reloj se traban y desaparecen,             
Cuándo el humo ya intoxica las paredes y tatúa grises nubes a un cielo humano.

Queda emborracharse de nostalgia,
                 sufrir las dolorosas ausencias,
                 comer papel oxidado de lágrimas negras
                 y             
                 satisfacerse del néctar alcalino que se desborda de los tejidos rotos.

Queda encender velas turquesas y jugar con la frívola llama que dibuja sombras para que la soledad se disipe.

Queda descomponer las antenas y aislarse en una nebulosa de llanto que se atraganta negándose a salir.

Queda masticar recuerdos para regurgitarlos y manchar los alrededores de incongruencias.

Queda tratar de no sentir este sentimiento.

lunes, 7 de marzo de 2011

Lluvia

La lluvia cae  y golpea los retazos de espejos rotos que cortan mi imagen.  Mi anatomía desdibujada se funde en el vapor obsceno de las nubes y puedo crear miles de seres que no soy yo. 

Y comienzo a conjugar espejismos fugaces, y transformo el reflejo en una ilusión aleatoria que sonríe mostrando los dientes y frota sus manos en actitud agresiva y desafiante.

La lluvia cae y rebota en mis esperanzas y se tiñe y se desconfigura.  Es una melodía agobiante y monótona.  Sólo el viento puede desarmarla y así choca contra la pared que miro sin ver. 

Y busco escribir tu nombre con agua, pero el declive de tu ausencia borras mis intentos vanos.

Y la lluvia se me antoja caprichosa y tal vez morbosa. 

¿Qué diferencia existe entre una gota y miles?
¿Qué clase de melancolía barata encierra cada lágrima transparente que al hacerse trisas contra el pavimento gime indecorosamente?

Si por un minuto pudiéramos lograr que el agua no tocara el piso,

¿Diríamos que ha llovido?

Porque para saber si llueve miramos hacia abajo y no hacia arriba.  Consideramos que ha llovido cuando vemos el parque mojado o cuando escuchamos nuestros pasos rápidos sobre una vereda mojada.

Entonces se a ciencia cierta que mientras no pueda sentir tu llanto golpeando sobre mi cuerpo, no estas conmigo.