sábado, 19 de diciembre de 2015

Te vi, no juntabas margaritas de ningún mantel, pero tu cuello se dejaba seducir por una luz tenue y cálida que se desprendía del techo, impactando justo en esa curva sensual, con un destello. Erguida, impasible, como si nada pudiera siquiera afectarte. Me acerqué, con sigilo pero sin lentitud a observarte más de cerca, lo que a la distancia respiraba majestuosidad, a pocos centímetros se asemejaba a la gloria.

Te vi, nuevamente, más de cerca. Pude saber tu nombre, tu nombre sabe a vida, a tierra húmeda, a cielos azules. Estás vestida para la ocasión, aunque esa ocasión puede ser cada instante mágico de la vida. Pude leerte, escudriñarte, pude imaginarte conmigo en la cena. Pude vernos a la luz de la luna, hasta te imaginé acompañándome en esas interminables tardes con amigos.

Sos misterio, y eso te hace mucho más atractiva. Y puedo decirte, a ciencia cierta, que no sos igual a ninguna otra, sé que puedo descubrir con vos al lado los aromas del paraíso, los sabores del pasado y las visiones del futuro. Sé que puedo beberte hasta la última gota sin sentir ni la más remota culpa, porque, y como debe ser, lo más importante es lo de adentro.

Por eso, y sin más preámbulos, me compro esta llamativa, fascinante y seductora botella de vino.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Cortás la cápsula. 7 vueltas, primer tiempo. Una vuelta más, segundo tiempo.

Sonido a gloria y una invasión de aromas que se apresuran a escapar por el delgado cuello, ansiosas de empaparse de oxígeno y volar, desplegarse.
Y así comienza el viaje.
Cada vino es único e irrepetible, dicen, y es cierto. Cada vino es un pasaje de ida a los recuerdos vívidos de los que estamos hechos. Cada vino es único, y es eterno en una memoria que asocia para salir a flote.
Un vino puede llevarte en un segundo a la cocina de la abuela cuando preparaba mermeladas, con unos tangos de fondo y un mate inacabable que pasaba de mamo en mano y de boca en boca como las palabras. El olor de la fruta azucarada inunda cada papila gustativa, y una y otra vez volvemos a vernos envueltos en ese delantal ajado y acariciados por unas manos tan únicas como el vino.
Cuántas veces, al llevarnos solemnemente la copa a la nariz, hemos experimentado esa sensación intangible de la niñez y nos vemos envueltos en campos floridos a la altura de la mano, cuántas veces hemos tocado con la memoria esos jarrones antiquísimos plagados de flores frescas, recién cortadas, que adornaban las mesas en cada fiesta celebrada.
Incontables veces he caminado sobre pasto recién cortado con sólo descorchar una botella, cuántas veces me he dejado seducir con la sutil vainilla que me recuerda, otra vez, la cocina de la abuela. Y la madera, expresión incomparable del tinto sabio que me transporta a las robustas cabañas, aquellas que albergaron la felicidad hecha vacaciones. Cuántos inviernos se han hecho presentes en mi nariz, traídos por el casi imperceptible aroma a chocolate. Innumerables desayunos evocados con el olor a pan tostado.
Sí, cada vino es único, cada vino nos lleva al encuentro con uno mismo, con lo que somos, con lo que fuimos.
Dame una botella y una copa y dejame deshacerme en recuerdos, viajar al pasado y volver al lugar de donde jamás me fui.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

De donde vengo, el vino es símbolo, es familia, es historia, es vínculo con la tierra. Es ancestro, es lo que acompaña, sin dudar, a cualquier comida, es el vino quien mejor pinta los labios de toda mujer, es el decorado obligado de cada mantel blanco y la tintura que lloran todas las copas.
De donde vengo, las bodegas son señoras y las parras, anudadas, el dibujo que se repite cortando cada montaña. El vino es reunión, es aperitivo y postre, de donde vengo, es motivo de discusión y disertación, es futuro, es arte y es pueblo.
El vino es sol, es amistad, es trabajo duro y recompensa tinta, es oración a la lluvia y también temor de ella. De donde vengo, el vino se toma con respeto y sin mayores pretensiones, sin tapujos. Lo disfruta el pobre, lo saborea el productor, lo degusta el amateur y lo desglosa el conocedor.
El vino es desvelo, es risa, es nariz y boca, es color, cuerpo, minerales y flores. El vino es madurez e infancia, destellos de color y aspereza, es origen, nudo y final.
De donde vengo la vendimia es madre, el surco vena y la tierra sueños.
De donde vengo, el pan es pan y el vino VIDA.