jueves, 31 de marzo de 2011


Tatuado de estrellas negras, mi pensamiento vago, deambula errante en las sombras; deslizar delicado de ideas. 
Sublimidad y perversidad de pensar una muerte ajena pero propia. 
Idear un funeral a la luz de las estrellas y el repiqueteo simbólico de la lluvia, como lágrimas impropias, sobre un montón de libros sin páginas, de lápices sin punta. 

Morir eternamente con la última frase de un verso inconcluso.  Y soñar sonidos de puertas cerradas y ojos abiertos. 
Morir la vida de un ciempiés con largo camino por delante, vivir la muerte de esa hoja negra que se desprende y planea incontables  vueltas antes de rozar el pasto regado de olvido. 

Tatuado de estrellas negras, una voz que no quiere ser escuchada y un pensamiento rojo. 
La misma lluvia, los mismos libros sin comienzo, sin final, el mismísimo sueño que no quiero soñar y del cual no se despertar. 
El agua que surge del piso, la grieta inocua de la vida y su retumbar zigzagueante. 
La partida, impensada y anhelada al mismo tiempo. 

El ruido no ayuda. 
El desorden caótico perfecto y ese pasado imperfecto que se conjuga doliendo el presente. 

No más llanto, no más frío, simplemente una hoguera de verbos y esos libros blancos.

1 comentario:

  1. très bien laura, no debería haberlo leído en domingo

    ResponderEliminar