jueves, 7 de octubre de 2010

Soñando sonatas simples.

        S
inuosos,
eniles,
ofocantes.

Los minutos parecen regocijarse de mi ansiedad enferma.  Trato de medir su paso con respiraciones, palabras, canciones, pero parecen detenerse, simulan un estadío metafórico de quietud exasperante, como si la tierra dejara de girar, como si fuerzas magnánimas detuvieran el movimiento rutinario de las agujas del reloj y hasta puedo oír el rechinar de éstas tratando de vencer ese obstáculo imaginario que les impide seguir su curso normal.

Entonces, cuando te tengo -metafóricamente te tengo- la traba que tenían los minutos desaparece y el tiempo pasa con una rapidez macabra, maliciosa, y lo que esperé años se pasa en segundos muertos y no alcanzo a llenar mi cuota de esa imagen que me regocija.  Y vuelvo al estado aletargado y onírico de la espera, caigo nuevamente en el desasosiego de las ausencias, en el respirar agónico de los días-meses de los meses-años.
El tiempo se ríe detrás de mí, se ríe mientras frota sus manos y entorna los ojos sádicamente.  Se lleva consigo mis deseos y esos sueños inconclusos, me despoja de la sonrisa y las ganas de continuar en la espera, en la amarga espera que me hunde en llanto desesperado.

Maldigo al Cronos fluctuante, maldigo a sus brazos-agujas que lastiman la carne y son incontables los cigarrillos que maté y el humo que cree en su honor.

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